Cambalache

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Que el mundo fue y será
una porquería, ya lo sé.
en el quinientos seis
y en el dos mil, también.

Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
varones y dublés.

Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldad insolente,
ya no hay quien lo niegue.

Vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo
todos manoseaos.

En 1930 nuestro país estaba atravesando la llamada Década Infame, con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen de la presidencia y con un golpe de estado cívico militar que daría su fin recién en 1943.

Bajo este contexto, muchas expresiones artísticas fueron censuradas por considerarse que iban en contra del idioma y de la moral del país. En el ámbito musical, el tango era el fenómeno popular que más se destacaba, era la excusa perfecta para que los amigos se reúnan en los bares a tomar unos tragos, a hablar de la vida y polemizar sobre los acontecimientos a nivel mundial.

Así como sucedió con el rock de los años 70, el tango de aquella época también sufrió una feroz censura por parte del gobierno de turno, por eso se puede decir que hay una estrecha relación entre ambos estilos musicales, sobre todo en el aspecto social.

El caso más emblemático fue el de Cambalache, tango compuesto por Enrique Santos Discépolo para la Película “Alma de Bandoneón” de 1934. En su letra Discépolo describe con una precisión asombrosa toda la situación del país en aquellos años, pero a su vez se anima a mirar más allá y llegar con su mirada crítica al año 2000. Con el paso del tiempo esta obra fue adquiriendo mayor relevancia porque su letra es atemporal, no tiene fecha de vencimiento. Y hoy podemos decir que es un himno para todos los argentinos, porque desnuda con exactitud el estereotipo de nuestra sociedad.